No recuerdo la última vez que soñé,
dibujando melancólicos retazos de un puzzle sin piezas,
dando por perdida la soledad en un mar de desconfianza.
No recuerdo lo que era la vida sin bocetos de charol y cartulina,
con aquellas fotos que solíamos hacernos con la óptica de la nostalgia.
Me encuentro a 500 años luz del futuro, a 600 millas de la verdad, a mil primaveras del recuerdo.
Los días sin noche no llegarán hasta dar la vuelta a la esquina.